martes, 5 de julio de 2011

El león no es como lo pintan

Han pasado 3 meses y 6 días desde aquel 29 de abril. Es mucho y a la vez suficiente, no el tiempo, si no el cambio en de mis apreciaciones acerca de Los Guido. Conocer parte de la ciudad, en especial lo urbano, se me ha hecho una tarea fascinante. Un ejercicio que ya no se limita a una buena calificación al término del fatídico semestre y mis menguados recursos intelectuales.

De vez en cuando, me pierdo en esta bellísima urdimbre social, donde los peatones no siempre caminan por las aceras, los semáforos apenas sirven para alumbrar en rojo, amarillo o verde y las paredes hablan e insultan a quienes nunca las verán. El laberinto casi indescriptible de todos los escenarios que me circundan, es agradable e inclusive familiar. A veces me siento como en casa.

Soy una de ustedes, tuve experiencias en las que me sentí amenazada, sufro de miedos como cualquiera. En una de esas ocasiones, platiqué conmigo misma: "¿y si al llegar aquí, alguien me espera para asaltarme?... ¿Qué tal si alguno de los líderes pueda confabularse junto con otra persona para hacerme daño?"... Y es que no cuento con armadura, chaleco antibalas o la sábana que usaba Harry Potter para hacerse invisible.

No hay por qué mentir: antes de ir a la primera gira, imaginarme en Los Guido era un acto titánico. No por las ganas o escasez de recursos, más bien por el perfil emitido de los medios de comunicación y varios homo sapiens de mi tribu. El cual, como buen primate, también adquirí.

Para ese entonces, guardaba una diminuta reserva de sentido común y dos neuronas que no hacían bien su trabajo. En estas condiciones, me relacioné con el Sector 6 de Los Guido. Acepto muy en el fondo, y antes de ir al campo, mis deseos de comprobar las pre-imágenes que ya poseía y las ansias de incorporar unas cuantas más. ¿Y la antropología? Tan sólo una buena justificación.

¿Qué sucedió luego? Lo mismo que a ustedes: ver un rostro agradable de Los Guido. Topamos con suerte, sin lugar a duda. Nadie salió lastimado o herido. Al contrario, salimos vivos y coleando, ¿no?

A pesar de mis miedos, veo este ejercicio como una inversión. Una inversión personal y académica, porque en el tratamiento de la investigación me nutrí mucho o al menos lo necesario. No sé los demás, pero en mí aguarda la enorme satisfacción por relacionarme con otro mundo y que, después de todo, dijesen: “cuando no tenga tareas, tiene que regresar para invitarla a almorzar”.

Independientemente de los trabajos elaborados por cada grupo, existe un aprendizaje más allá del curso, de técnicas para la investigación, de fotografía, video o de la disciplina antropológica. Fuera cumplir los requisitos de carrera, la antropología dio un paso más allá de lo profesional. Se filtró en nuestras vidas y el sentir, en la imagen de ciudad y los estereotipos respecto a los guideños.

Aprendimos que Los Guido es un multiverso o conglomerado de distintas realidades. Los Guido es cada historia, en cuyo relato todavía escurren lágrimas. Los Guido son los jóvenes y personas fundadoras del lugar. Los Guido es un álbum de fotografías en blanco y negro y a color.

Probablemente con este tipo de reflexiones logremos contribuir un poco al país. En vez de postear fotografías en facebook y revisar cada diez minutos a ver quien le me da un like o hace comentarios. O bien, apoyar a una selección futbolística que relame el sabor de la derrota.

Tuvimos experiencias similares o sensaciones muy parecidas, ello quizá nos convierta en una familia. Esto no fue una competencia, todos vivimos casi lo mismo, trabajamos en equipo y vean el resultado: un profundo agradecimiento y cariño de la comunidad. Nuestras capacidades y habilidades demuestran que en algunas ocasiones, al león Los Guido no es como siempre lo pintan.

-Natasha

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